El Parlamento Europeo votará en marzo una resolución para retomar las negociaciones del polémico acuerdo de Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión. La izquierda europea sostiene que esta decisión se suma a otras que dejan en entredicho la voluntad de la Unión Europea de desarrollar una política autónoma.
El acuerdo de Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión, más conocido por sus siglas inglesas TTIP, no está muerto. Es más, en Bruselas se aspira a resucitarlo. El pasado 19 de febrero el Comité de Comercio Internacional del Parlamento Europeo, presidido por el socialdemócrata alemán Bernd Lange, aprobó un nuevo mandato para negociar el tratado con 21 votos a favor y 17 en contra. La medida salió adelante con los votos del Partido Popular Europeo (EPP), la Alianza de los Liberales y Demócratas por Europa (ALDE) y el grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) encabezado por el Partido Conservador de Reino Unido y el partido Ley y Justicia (PiS) polaco.
El Grupo Confederal de la Izquierda Unida Europea / Izquierda Verde Nórdica (GUE/NGL) denuncia que aunque el mandato se plantea como “limitado”, el acuerdo cubre hasta un 95% de las mercancías no-agrícolas entre Europa y Estados Unidos, a la espera de negociar otro acuerdo sobre el reconocimiento mutuo de estándares. El eurodiputado de La Izquierda alemana Helmut Scholz calificó la decisión del comité de “decepcionante”. “Apoyamos al relator en su petición al Consejo de no proporcionar un mandato mientras Europa se encuentre todavía bajo amenaza de la administración Trump“, explica Scholz en un comunicado del GUE/NGL publicado en su página web. Según el parlamentario alemán, “estábamos dispuestos incluso a apoyar su oferta de compromiso y declarar el levantamiento de los aranceles ilegales al acero y el aluminio y abandonar su amenaza de imponer un impuesto del 25% a la entrada de automóviles y componentes para vehículos procedentes de Europa, así como el respeto al Acuerdo de París y el compromiso a la protección medioambiental, como precondición para comenzar las negociaciones en el intercambio comercial de bienes industriales”. En cambio, continúa, “los partidos de centro-derecha se plegaron a las amenazas de Trump, se arrodillaron y aceptaron entrar en las negociaciones de esta guisa, preguntándole solamente que levante los aranceles antes de concluir las negociaciones”.
Mientras el año pasado el Parlamento Europeo adoptó una resolución no vinculante para convertir la implementación del Acuerdo de París en un requisito a la hora de seleccionar los socios de la UE en futuros acuerdos comerciales, el texto adoptado por el Comité de Comercio Internacional, señala Scholz, suaviza el redactado y limita su aplicación a “las negociaciones comerciales completas” en vez de “limitadas”, y a estados “cuyos acuerdos representen una excepción dictada por circunstancias específicas”. “Estas circunstancias tienen un nombre: Donald Trump”, asegura Scholz, que considera las declaraciones de Trump de imponer un arancel del 25% a los vehículos si no se alcanza un acuerdo con EEUU como una “amenaza directa”.
“La gente necesita saber que las directivas que se negocian con EEUU incluyen una exigencia estricta de incluir la agricultura en el ámbito del acuerdo comercial y excluir los automóviles y componentes para vehículos”, dice Scholz al añadir que “tuvimos la oportunidad de aprobar un mandato para un acuerdo comercial muy limitado sobre bienes industriales que hubiera puesto a Europa en una posición negociadora de fuerza”. “Mi grupo”, sigue, “insistió en que este tipo de negociaciones tendrían que haber incluido un capítulo vinculante sobre derechos laborales y protección medioambiental en los procesos de producción, pero los eurodiputados decidieron en su lugar doblegarse a las amenazas de la Casa Blanca”. “Trump ahora tendrá la impresión de que su táctica de amedrentar es exitosa”, lamenta.
Para el eurodiputado de La Izquierda, “el comercio internacional debería basarse en la competición justa, lidiar con los desafíos del cambio climático y la protección medioambiental y garantizar los trabajos seguros y de calidad” y no es ése, desde luego, el caso del TTIP, contra el que se alzaron voces a ambos lados del Atlántico. La izquierda europea recuerda que la oposición al TTIP fue precisamente uno de los ejes de la campaña electoral de Donald Trump que lo aupó al poder en 2016. Ahora la resolución pasará al Parlamento Europeo, que deberá votar en marzo en Estrasburgo si se retoman o no las negociaciones.
En realidad, Trump va ganando
¿Qué ha quedado de las llamadas de la Unión Europea a cortar amarras y desarrollar una política comunitaria autónoma después de que el presidente estadounidense anunciase que el lema de America First dirigiría su política? En realidad poca cosa, por no decir nada. “Mientras a nivel internacional se expresa una vez y otra la esperanza de que sólo Alemania puede impulsar seriamente la integración europea y formar un contrapeso a la política arbitraria de la administración Trump, actualmente parece que lo que ocurre es todo lo contrario, como si el gobierno alemán se dejase arrastrar en la política de confrontación” con Rusia y China, opina Malte Daniljuk, asistente del grupo parlamentario de La Izquierda en el Bundestag, desde las páginas del digital Telepolis.
Daniljuk cita como ejemplos el aumento del presupuesto de defensa aprobado por el gobierno alemán –mientras se prevén recortes en el Ministerio de Exteriores o la ayuda para el desarrollo–, la decisión de Francia y Reino Unido de desplegar sus portaaviones Charles de Gaulle y Queen Elizabeth en el Pacífico siguiendo la política de Trump de “contención de China”, la posibilidad de que las autoridades alemanas excluyan a empresas chinas de las subastas públicas para participar en la construcción de las redes 5G, o el régimen de sanciones contra Rusia que, según el autor, “daña sobre todo a los estados de la Unión Europea”.
“Desde hace algún tiempo que no sólo Polonia, los bálticos o parte de los estados del grupo Visegrád parecen comportarse como si fueran gobernados directamente desde Washington”, lamenta Daniljuk, y ello a pesar que “la política exterior estadounidense ha contribuido en los últimos años a desestabilizar toda la periferia de la Unión Europea e incendiarla”, ya fuese “con la guerra en Irak, en Georgia, con las intervenciones en Libia y Siria hasta el derrocamiento del gobierno en Ucrania” o “con las sanciones contra Rusia e Irán”.
El analista estadounidense Stephen Walt enmarca estas decisiones en lo que va perfilándose como un “nuevo acuerdo transatlántico”. Mientras Estados Unidos “se centra sobre todo en China, Washington quiere que Europa se haga cargo de su propia defensa para así poder dedicar más recursos a Asia, pero también quiere asegurarse de que los acuerdos económicos de Europa con China no ayudan a Pekín a competir más efectivamente con EEUU”, escribía el pasado mes de enero Walt en la revista Foreign Policy. En particular, precisaba en su artículo –significativamente titulado El futuro de Europa es como enemigo de China–, “EEUU quiere que Europa deniegue a China acceso a sofisticadas tecnologías con aplicaciones militares y equipos como los motores eléctricos diésel que actualmente utilizan algunos submarinos chinos y que podrían ser utilizados por las fuerzas armadas de ese país”. ¿Y qué pide la Unión Europea a cambio? “Que EEUU siga siendo miembro de la Alianza Atlántica y, en un mundo ideal, que deje de hacer cosas estúpidas como abandonar el acuerdo nuclear iraní o el Acuerdo de París”.
El analista estadounidense no emplea indirectas: “Olvídense de toda la retórica piadosa sobre los ‘valores compartidos’, un ‘mundo basado en leyes’ y la ‘comunidad transatlántica’. Todo fachada. El único motivo por el que EEUU se implicó profundamente en la seguridad europea en el pasado es porque pensó que iba en interés del país prevenir que ningún estado europeo dominase el continente y controlase su potencia industrial”. “Un espacio de desarrollo común continental desde China hasta Europa pasando por Europa, que atraviesa el mundo árabe y se ramifica por África: un vistazo a un mapa centrado en el espacio eurasiático debería dejar claro a cualquiera cuál es el terror de los políticos estadounidenses”, aclara Daniljuk en referencia a la Iniciativa del Cinturón y la Nueva Ruta de la Seda china, un proyecto que dejaría “a EEUU nuevamente en un área marginal de los acontecimientos mundiales, donde debería esforzarse en construir una buena relación de vecindad con México y Canadá”.
Quizá sí que tenga razón después de todo Scholz y la táctica de amedrentar a sus socios de Trump sea, después de todo, exitosa. Por ahora, al menos.
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