Donald Trump decretó el réquiem del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y lo sustituyó por el T-MEC que todavía no ha sido aprobado por el congreso estadunidense; y declaró la guerra comercial contra China, sin más propósito que detener y disminuir los enormes déficits comerciales de 500 a 750 mil millones de dólares anuales que padece desde hace varias décadas la desequilibrada balanza comercial estadunidense.
Trump ha puesto fin a una era de libre comercio, de aperturismo económico en la que su país fue prototipo mundial desde finales de los años setentas, e inauguró un nuevo ciclo basado en el proteccionismo comercial que hoy muchos países empiezan a adoptar para proteger sus economías nacionales, no así México que continua con su mercado indiscriminadamente abierto a la globalización económica.
No obstante que el modelo de comercio mundial está cambiando rápidamente de la plena apertura comercial a un modelo proteccionista que empieza a darle mayor importancia al interés y al desarrollo económico nacional que al aperturismo, al libre e ilimitado intercambio económico global que impuso, hace ya cuatro décadas, el neoliberalismo capitalista norteamericano.
Con la entrada en vigor del T-MEC el magnate hoy sometido a juicio político por los demócratas en la Cámara de Representantes, pretende que el déficit comercial anual de Estados Unidos con México (por más de 75 mil millones de dólares anuales) se reduzca sustancialmente, en perjuicio de los exportadores mexicanos.
Con esa nueva estrategia proteccionista el comercio exportador mexicano se verá negativamente impactado, poniendo fin al mito de que cada vez que le va bien a Estados Unidos, le va bien a México. Este año, por ejemplo, el PIB estadunidense tendrá un buen crecimiento, y el PIB mexicano no crecerá, pese a que las exportaciones mexicanas han crecido por la guerra comercial entre nuestro vecino y China.
Ante estos cambios evidentes a nivel internacional, el gobierno mexicano no puede ni debe quedarse inmóvil y persistiendo en un aperturismo globalizador que terminará arrollándolo. Debe revisar sus políticas exportadoras, debe revisar su modelo económico que es uno de los más abiertos del mundo con el más bajo nivel de aranceles; tiene que renegociar o cancelar sus 14 tratados comerciales con el resto del mundo, los cuales le son adversos, le arrojan altos déficits comerciales anuales, con excepción del TLCAN que le proporciona un enorme superávit en su intercambio con Estados Unidos. Por eso Trump le cambió las reglas a México con el T-MEC.
Los economistas de la 4-Transformación y el presidente López Obrador no pueden olvidar ni omitir que el 99% de las exportaciones mexicanas son producidas, realizadas, acaparadas, monopolizadas por unas dos mil grandes corporaciones extranjeras, y apenas por un puñado de pequeñas y medianas empresas de capital nacional que trabajosamente y de manera casi imperceptible, participan en las cadenas productivas del comercio exportador mexicano.
Los gigantes corporativos tienen capital y marcas estadunidenses, europeas y asiáticas que se han venido a establecer a territorio nacional, aprovechando los bajos salarios a la clase trabajadora, los atractivos subsidios fiscales y el trato comercial preferencial que le da Estados Unidos a México. Han utilizado a México como puente para penetrar el mercado estadunidense.
El caso más demostrativo son las armadoras de autos alemanas en Puebla; japonesas y norteamericanas en otras zonas del territorio nacional. Son estas empresas las que empiezan a padecer el proteccionismo comercial estadunidense, a sufrir las consecuencias de la inevitable elevación de salarios a los obreros mexicanos que imponen Estados Unidos y Canadá a México a través del T-MEC.
El gobierno mexicano debe pensar en modificar las políticas económicas, dando prioridad, estímulos y subsidios al crecimiento y al desarrollo de empresas pequeñas y medianas mexicanas que sustituyan importaciones y puedan integrarse a las grandes cadenas exportadoras.
Habrá que desalentar las importaciones, somos una economía altamente dependiente de las importaciones que nos arrojan abultados déficits anuales en nuestra balanza comercial, como ya citamos en el caso de los 14 tratados comerciales que permiten a otras economías nacionales crecer a costa del sacrificio de la economía mexicana.
Somos la más poderosa nación exportadora en América Latina. Sin embargo, poco le sirve al crecimiento y al desarrollo nacional el comercio exterior, ya que un 65 y 70% de los productos que exportamos no son fabricados en México, son partes y componentes importados del resto del mundo. Lo que hacen las grandes corporaciones es armar y maquilar. Ante los cambios mundiales, México tiene que dejar atrás un modelo económico equivocado y sin crecimiento.
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