El Banco Mundial (BM) confirmó a Panamá como el motor de la economía centroamericana y calculó que al cierre de 2019 su expansión alcanzará el 4,5%, frente a una Nicaragua que caerá hasta menos 5%.
La institución multilateral divulgó su último informe semestral, de la Oficina del Economista Jefe para América Latina y el Caribe, el título “¿La integración comercial como vía hacia el desarrollo?.
Detrás de Panamá se ubicarán Guatemala y Honduras con 3,3% de crecimiento, El Salvador 2,4% y Costa Rica 2% de expansión económica, mientras que el sótano, por segundo año consecutivo, se instala Nicaragua con su -5% .
Para el BM en 2020 y 2021 volverá a estar arrastrando la locomotora del crecimiento regional con un incremento del 4,6% en cada año, seguido con el 3,5% que registrará Honduras; 2,8% y 3,1% de Guatemala, 2,5% de El Salvador ambos años, 2,5% y 3% Costa Rica, mientras Nicaragua seguirá atrás con -0,5% y 0,6%, respectivamente, apuntando a su recuperación.
El BM señala que la región de América Latina y el Caribe (ALC) “ingresó en una nueva etapa de bajo desempeño económico, pero una mayor integración al comercio internacional y a las cadenas de valor globales podría reavivar el crecimiento económico”.
Los acuerdos México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) y UE-Mercosur, negociados en el transcurso del último año, representan oportunidades hacia una mayor integración commercial, señala.
Ambos pueden tener efectos positivos considerables sobre el crecimiento, aunque deberán abordarse los impactos ambientales y las potenciales repercusiones negativas sobre ciertas áreas, de acuerdo al informe semestral.
“Luego del rápido crecimiento derivado de los altos precios de las materias primas en la primera década del siglo XXI, la región ahora se encuentra en una etapa de bajo desempeño”, dijo Martín Rama, economista jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe.
Apuntó que “los años de precios elevados para las materias primas quedaron claramente atrás. Ahora debemos concentrarnos en áreas como la integración comercial para impulsar la productividad de la región”.
Se prevé que el Producto Interno Bruto de la región de América Latina y el Caribe (excluyendo Venezuela) crezca un 0,8% en 2019 y un 1,8% en 2020, de acuerdo al informe.
Los países de la subregión del Pacífico, así como de América Central y el Caribe, seguirán experimentando un crecimiento más veloz, en promedio, que los países del Atlántico. Las economías más grandes de la región tuvieron que enfrentar recesiones, turbulencias macroeconómicas o una desaceleración en el crecimiento.
Las perspectivas a corto y mediano plazo nos son particularmente alentadoras, sentencia. El nivel de las exportaciones ha sido relativamente bajo y el reducido espacio fiscal deja poco margen para estimular la demanda interna. La recesión argentina se profundizará antes de que comience la recuperación, mientras que se espera que continúe la desaceleración en México. Así mismo, un freno en la economía mundial podría hacer que estas perspectivas se deterioren aún más.
Las tensiones comerciales hasta ahora han beneficiado a varios países de la región. Por ejemplo, México superó a China como el principal socio comercial de Estados Unidos y en China, Brasil le está quitando cuota de mercado a los exportadores de soja estadounidenses.
El informe revela cómo la integración relativamente baja de la región al comercio internacional y a las cadenas de valor globales ha dificultado el crecimiento. Esta escasa apertura económica es el resultado de políticas que condujeron a un mayor nivel de restricciones comerciales que en la mayoría de las regiones en desarrollo. Las barreras arancelarias y no arancelarias son particularmente elevadas en los países del Atlántico, detalla.
Durante décadas, los países de América Latina y el Caribe se enfocaron en acuerdos comerciales preferenciales como forma de impulsar su integración internacional. Sin embargo, la inmensa mayoría de estos acuerdos fueron intrarregionales. Recién en los últimos años se han vuelto más comunes los acuerdos Sur-Norte, particularmente en los países del Caribe y el Pacífico.
“Todos los acuerdos comerciales preferenciales derivan en un mayor nivel de comercio bilateral, pero solo los acuerdos Sur-Norte pueden aumentar la complejidad económica de los países en desarrollo signatarios”, dijo Martín Rama. “Los acuerdos Sur-Sur suben las tasas de crecimiento solo de forma marginal, mientras que los acuerdos Sur-Norte tienen un impacto significativo sobre el crecimiento”.
Los acuerdos T-MEC y UE-Mercosur pueden tener un efecto global positivo considerable sobre el crecimiento. En línea con las ventajas comparativas de los países respectivos, la producción intensiva en mano de obra calificada probablemente aumente en México, así como la producción ganadera y de soja en los países del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay).
Sin embargo, el alcance de la reestructuración sectorial será limitado; de hecho la participación de los sectores agropecuario y manufacturero se mantendrá prácticamente sin variaciones. El principal beneficio económico vendrá del aumento previsto de la complejidad económica, dado que estos nuevos acuerdos “profundos” implican un mayor nivel de competencia interna y estándares más elevados.
Pide tener en cuenta que existen posibles efectos negativos. A nivel nacional, algunos sectores se beneficiarán más que otros.
Un impacto considerable sobre el crecimiento puede derivar en mayores emisiones de dióxido de carbono (CO2). La expansión de la ganadería en Brasil puede incrementar la deforestación. Estos impactos adversos deben ser abordados a través de políticas locales y ambientales que aseguren que la integración comercial se convierta en una vía hacia el desarrollo.
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