En pleno cierre de año, con un par de botellas de vino obsequiadas por proveedores en su escritorio y una reunión con empleados en el patio de la planta de su empresa de cables eléctricos para autos, Guillermo Vázquez recibió una de las mejores noticias de todo 2019.
“Era una alerta que decía que el presidente iba a firmar el T-MEC ese mismo día”, señaló. “Leí la información y le comenté a uno de mis colegas que ahora sí ya podríamos llevar a cabo varios de los planes que teníamos pendientes desde hace meses, el panorama estaba mucho más claro”.
Vázquez exporta un 12 por ciento de su producción mensual a plantas automotrices de Alabama, en la Unión Americana, mientras que otro porcentaje mayor se queda en Puebla, donde vive y tiene su empresa, para la producción de vehículos Volkswagen.
Aunque a lo largo de los meses de negociación del Tratado México, Estados Unidos, Canadá (T-MEC) su empresa produjo a un ritmo similar, Vázquez sentía incertidumbre para invertir en nuevo equipo o ampliar su personal. “Era un tema de precaución, porque por meses las reglas eran confusas”.
Desde que el presidente estadounidense Donald Trump ordenó la renegociación del TLCAN en 2017, una nube de incertidumbre se ciñó sobre la economía mexicana que, desde 1994 con la entrada en vigor de ese acuerdo, había dependido profundamente de las exportaciones manufactureras al resto de Norteamérica para crecer. La administración anterior de Enrique Peña Nieto logró un acuerdo inicial con el de Trump en 2018, que posteriormente el gobierno de Andrés Manuel López Obrador avaló. Sin embargo, el cambio de poder en el Congreso estadounidense alargó el proceso de negociación hasta casi el cierre de 2019.
Finalmente, el 10 de diciembre los gobiernos de los tres países firmaron en Palacio Nacional el T-MEC, seguido de ratificaciones expeditas en México y Canadá y, apenas la semana pasada, Estados Unidos. Cierto, en medio estuvo la controversia de los agregados laborales de EU, misma que el subsecretario para América del Norte, Jesús Seade, aclaró en una entrevista con el El Financiero Bloomberg, como un problema de comunicación y prisa por parte del Congreso estadounidense.
“En el corto plazo, el TMEC por sí solo no va a cambiar las perspectivas que tenemos casi todos de otro año de crecimiento bajo para la economía, pero sí es un motor adicional, un motor que faltaba para México”, dijo Gabriel Lozano, economista en jefe de J.P. Morgan para México. “Da certidumbre sobre todo y era la pieza que varios esperaban para poder soltar un poco más las inversiones”.
Lozano deja de inmediato una cosa clara: el TMEC es importante, pero para nada tendrá el impacto que en su momento, allá en los noventa, tuvo el TLCAN.
“Muchos vieron en esos años al TLCAN como una especie de solución para los problemas del país. Ayudó, pero no era la única respuesta”, afirmó. “El T-MEC es una pieza, con ganadores y perdedores, pero una pieza de un gran valor”.
El presidente López Obrador y, claro, el mandatario Trump, son claros vencedores a los ojos de casi todos debido al replanteamiento de este acuerdo internacional. En Estados Unidos, el tratado le entrega al mandatario una importante victoria de cara a las elecciones y a su juicio político. Para México significa que el comercio libre con su máximo socio comercial, con quien tiene un intercambio total de más de 575 mil millones de dólares, podrá seguir su flujo. Sin el acuerdo, en otras palabras, el impacto habría sido catastrófico para la estancada economía nacional.
“Como país tenemos mucha de dependencia de Estados Unidos en industrias como la automotriz y la aeroespacial”, señaló Jorge Torres, presidente de la AMCHAM, en una entrevista con El Financiero Bloomberg. “Da tranquilidad a todos los sectores”.
Pero más allá de la certidumbre que da tener un comercio libre casi asegurado (nadie garantiza que un mal día Trump exija aranceles a algún producto mexicano sin una razón aparente), muchos consideran que el T-MEC es una versión menos favorable del acuerdo previo.
“El sector privado está molesto porque México cedió mucho en la parte final de la negociación por muy poco a cambio, con tal de mantener el libre comercio”, argumentó Gustavo de Hoyos, presidente de COPARMEX. “Las recomendaciones de los empresarios fueron ignoradas”.
El líder empresarial comparó en ocasiones anteriores al acuerdo con la guerra contra Estados Unidos de 1848, en la que México cedió más de la mitad de su territorio al vecino del norte.
Otras empresas exportadoras se han quejado de que el TMEC elimina casi por completo el ‘venerado’ Capítulo 11 sobre paneles de resolución de conflictos, que era una de las principales avenidas que tomaban en la iniciativa privada en caso de controversias en el comercio. El nuevo acuerdo les da a los gobiernos más libertad para hacer cambios en las políticas comerciales, aunque se cambien las reglas del juego a las empresas.
Seade mencionó recientemente que, por el contrario, uno de los principales logros del nuevo acuerdo es precisamente un sistema de resolución de controversias más funcional.
Y luego está el asunto del sector laboral en México.
De todos los temas que alargaron la aprobación del TMEC en el Congreso estadounidense, el de los trabajadores mexicanos y los salarios que perciben fue uno de los más complejos.
Las exigencias para evitar que las empresas de Estados Unidos y Canadá salieran de su país para instalarse en México y así pagar mucho menores salarios fueron grandes. Tanto, que el propio Gobierno mexicano pasó una reforma laboral a inicios de 2019 y, para este año, realizó el incremento más grande al salario mínimo en décadas.
Los empleos que llegaron a México desde el resto de Norteamérica con el TLCAN no volverán a sus países de origen, sin embargo, el Sindicato de Trabajadores de la Industria Automotriz de EU aseguró que con el nuevo acuerdo es más probable que la sangría de plazas de su país cese.
Sobre ese sector el impacto también será importante, pues para estar libres de aranceles, los autos deben tener un mayor contenido regional y estar fabricados por empleados que perciban un ingreso promedio de 16 dólares la hora. Para un país como México, que por años los costos bajos de mano de obra fueron una ventaja comparativa relevante, el reto es grande.
En el papel, los trabajadores mexicanos deberían estar entre los grandes ganadores del nuevo acuerdo comercial, sin embargo, no esperan demasiado.
Los sindicatos más fuertes y salarios más altos fueron parte de las condiciones para negociar positivamente el TMEC y el país, de hecho, ha tratado de todas las maneras adecuarse a las exigencias del tratado, pero la preocupación ahora es que todo eso quede en el papel.
“No creo que haya un solo cambio”, aseguró Ludwing, un guardia de seguridad de una planta de General Motors en Toluca, quien pidió ser identificado únicamente por su nombre de pila. “He visto cómo despiden a mis amigos de las fábricas que cierran”.
La portavoz de General Motors, Teresa Cid, aseguró a Bloomberg News que la compañía implementará los cambios laborales pactados.
El problema es que el largo historial de México con los sindicatos ‘charros’ hace que la lucha real por los derechos de los trabajadores sea una auténtica fantasía para miles de ellos en todo el país.
Los cambios implementados por la reforma laboral, como la libertad para escoger con un voto secreto a los líderes y los ajustes a los contratos colectivos de trabajo, parecen básicos en otros países, pero no lo son en México. Por ejemplo, en la primera votación de ese estilo sobre un cambio en un contrato negociado en una fábrica propiedad de Cemex, algunos trabajadores no sabían lo que se les estaba preguntando. Otros mencionaron que el sindicato mintió al asegurar que perderían sus prestaciones si rechazaban el contrato.
Y más allá de la industria automotriz, otros sectores parecen destinados a un periodo de adaptación al TMEC.
“Se encarecen los costos”, explicó José Luis de la Cruz, director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico. “En general se trata de un acuerdo que no necesariamente será tan explosivo para el crecimiento como lo fue el TLCAN”.
Cuestionado sobre el porqué de la constante advertencia de especialistas acerca del menor impacto para el país del TMEC que el TLCAN, De la Cruz aseguró que “los tiempos son otros, el país es otro, el mundo es otro”.
“Tendría más impacto en la inversión inmediata el que se abrieran más rondas petroleras”, dijo. “Habría más impacto en el largo plazo que el país pasara a un estado en el que desarrolláramos más tecnología y tuviéramos un sector servicios más rico y especializado”.
Pese a ello, el TMEC es relevante, afirmó, un motor simbólico y real que genera confianza en las empresas y las personas.
La confianza parece ser uno de los elementos clave para el país en este momento y que el tratado podría ayudar a impulsar. De acuerdo con datos del INEGI, la inversión fija bruta anual en el país cayó al menos nueve meses consecutivos desde febrero. En octubre, esta cayó 8.7 por ciento respecto del mismo mes de 2018 y los expertos descartan que haya una recuperación en el corto plazo. La falta de inversión ha sido considerada casi unánimemente como una de las razones del estancamiento económico vivido en 2019.
Juan Carlos Baker, exsubsecretario de Comercio y uno de los negociadores iniciales del acuerdo en el gobierno de Peña Nieto, dijo que el TMEC es un tratado histórico que brinda la certeza que muchas empresas y tomadores de decisión estaban esperando.
“No a todos podrá gustarle”, mencionó. “Pero el TMEC es un motor necesario”.
El exfuncionario reconoció que la negociación pudo ser diferente en varios temas, pero al final se consiguió un gran resultado dadas las condiciones en las que se arrancó el proceso de discusión.
“Cinco millones de empleos en Estados Unidos dependen de México y más del 80 por ciento de nuestras exportaciones dependen de ese país, era un acuerdo necesario para todos”, añadió Baker. “No solo hay más certidumbre, las empresas pueden operar con más tranquilidad”.
Desde su planta, Vázquez lo confirma, el entorno externo es más claro, el panorama más cierto. “Ahora falta que en las cuestiones internas del país tengamos más certidumbre, pero ya es pedir de más”
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