El Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP), que depende del Consejo Coordinador Empresarial, en su publicación semanal plantea que un aumento “significativo” del nivel salarial mínimo en México podría deteriorar la actividad económica del país, debido a que le disminuiría competitividad a la planta productiva. Dicho documento señala que en el contexto de “incertidumbre y desaceleración global” debe ser prioritario salvaguardar la competitividad. Ello evidencia que México no tiene niveles de productividad, ni de manejo de tipo de cambio para mejorar la competitividad, sino que ésta se ha sustentado en los bajos salarios, a costa de sacrificar el nivel de vida de los trabajadores.
Tal posición no considera que por décadas los salarios han caído y permanecido en bajos niveles que los han llevado a ser los más bajos de América Latina y de los países Centro Americanos. Ello solo ha favorecido a las empresas transnacionales, que son las que aprovechan la baratura de la mano de obra para abaratar costos y así mejorar su competitividad en el mercado internacional. En cambio, los productores nacionales que crecen para el mercado interno han visto restringida la demanda debido a los bajos salarios. El crecimiento de exportaciones manufactureras no ha contrarrestado la caída de la producción para el mercado interno, lo que ha llevado al bajo crecimiento de la producción nacional, como de la dinámica económica del país. No se puede seguir insistiendo en una estrategia donde el país no ha sido exitoso, y menos ahora que el comercio internacional se ha desacelerado y tienden a predominar políticas proteccionistas.
Los defensores de los bajos salarios podrían decir que ello mejora la competitividad de la producción nacional frente a importaciones. Si México no es competitivo frente a importaciones, no debe mantenerse el libre comercio, ni la paridad cambiaria sobrevaluada, que abarata al dólar y a las importaciones y afecta la competitividad nacional. Frente a ello no deben mantenerse bajos salarios, dado el efecto negativo que tienen sobre el nivel de vida de los trabajadores, como sobre el crecimiento del mercado interno, sino debe establecerse un tipo de cambio competitivo y/o poner aranceles a las importaciones para proteger la producción y el empleo nacional.
El documento del CEESP señala que si los salarios mínimos aumentan se afectará la generación de empleo. El problema es que por décadas, los salarios han bajado y permanecen a un bajo nivel y no ha habido crecimiento de empleo, sino solo de ganancias a favor del capital, que no se traducen en mayor inversión, ni en mayor generación de empleo formal. La generación de empleo no está en función de los bajos salarios, sino del crecimiento de demanda que incentive la mayor producción y generación de empleo, y los bajos salarios contraen la demanda, la producción y la generación de empleo. Un empresario no va a contratar a un trabajador, por más bajos salarios existentes, si no tiene asegurada la venta de la producción que elaborará el trabajador.
Asimismo, se argumenta que serían las microempresas las más afectadas por el alza de los salarios mínimos, debido a su baja productividad y competitividad. No se puede seguir sacrificando el nivel de vida de los trabajadores, ni el crecimiento del mercado interno para mantener microempresas ineficientes que no contribuyen a la dinámica económica, sino que atentan sobre ésta, porque contribuyen a mantener contraído el mercado interno.
El documento del CEESP señala que el incremento de los salarios mínimos podría generar presiones inflacionarias. Al respecto cabe decir que el crecimiento de la productividad ha crecido por décadas por arriba de los salarios mínimos, lo que reduce el costo laboral (definido por la relación productividad/salarios), traduciéndose ello en aumento del margen de ganancia a favor de las empresas, y de ahí la creciente desigualdad del ingreso existente en el país. Perfectamente pueden incrementarse significtivamente los salarios, sin que ello ocasione crecimiento de precios. El aumento de salarios no aumentaría el costo salarial, dado el crecimiento de la productividad. Si los salarios crecen en igual proporción que la productividad, el costo laboral se mantiene constante, así como el margen de ganancia de las empresas. Si los salarios crecen por arriba de la productividad, las empresas pueden absorber el aumento salarial, reduciendo su margen de ganancia y ello no afectaría sus ganancias, debido a que pasarían a vender más por el aumento de demanda que genera el aumento de salarios. La estrategia de crecimiento debe sustentarse en torno a impulsar el mercado interno, el cual requiere de aumento del gasto público, como de empleo formal y de los salarios. Ello debe ir acompañado de políticas de aranceles a importaciones y de tipo de cambio competitivo para evitar filtraciones de demanda hacia importaciones y así asegurar efectos multiplicadores internos y de reducción del déficit de comercio exterior para una dinámica sostenida.
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